El turbidímetro mide la turbidez, es decir, el nivel de claridad de la bebida, detectando partículas en suspensión que pueden permanecer tras la fermentación o el filtrado.
El pH-metro evalúa el nivel de acidez en distintas etapas de producción. Mantener un pH adecuado es vital para optimizar la actividad enzimática, mejorar el sabor final y prevenir posibles contaminaciones, asegurando así un producto de alta calidad.